EL ARTE DE GRACE

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miércoles, 7 de julio de 2010

Blues para Raúl

Raul era el nombre de mi "amigo invisible" de la infancia.
También era el nombre de un compañero del secundario (el que imitaba al Gallo Claudio de los dibujitos de la Warner).
Pero al Raul del cual quiero hablar, lo conocí entre estas mismas paredes, creo que él fué de los últimos en venir de la antigua fábrica cuando la mudanza. Fue a principios de los `80 y luego se incorporaría finalmente al turno noche. Era el único mecánico que compartía un coffee-break junto con Jorge y conmigo, los únicos electricistas del turno, en el banco de trabajo que teníamos contra una pared a mitad de la nave central de la zona de producción, que por aquellos tiempos no había porque el turno noche estaba destinado al mantenimiento. Supongo que hubo una afinidad intelectual e ideológica entre nosotros, sobre todo con Jorge (que lo estimaba mucho) ya que tenían la misma edad y ambos vivían en capital, y conmigo por supuesto, porque generalmente charlabamos sobre temas tal vez no demasiados afines al resto de los demás compañeros.
Raul era medio cinéfilo y había estudiado algo de cine.
A Jorge le apasionaba la fotografía (además de las motos y de los largos viajes turísticos en moto) y como todo lo que hacía, lo había encarado con un gran profesionalismo.
Yo por aquellos días también estuve haciendo cursos de cinematografía y como Raul vivía en el centro, fué cuando me consiguió la moviola, que por estos lares era impensado conseguir. Gracias a esa moviola vi las primeras pelis en Super 8, de las que recuerdo muy bien a "Perros de Paja" con Dustin Hoffman.
En esas charlas de descanso fabril, surgió la idea de ilustrarle un cortometraje al que Raul le había hecho el guión basado en un cuento corto de Edith Araño Camps, que no había podido filmar no sé porqué motivo en sus prácticas de cine, así que me ofrecí a hacerle una especie de Storyboard en forma de historieta: fue una experiencia gratificante para mí, ya que adquirió sentido mi aficción por el dibujo y por el cine; creo que fué la única vez que encaré todo ello con una especie de profesionalismo muy emocionante, porque significaba un sentido práctico compartido con personas afines.
Luego vendría su interés en la computación, cosa que yo por mi carácter reaccionario y tradicionalista ("los de cáncer somos así, un poquito reaccionarios..." como bien me lo dijo el abuelo de la señora de Jorge la vez que lo conocí y única vez que lo ví: al poco tiempo fallecería) digo que veía con sospechosa paranoia todo esto de la informática: por "eso" de la sociedad controlada por tecnocrátas y del consumismo dirigido a los cachivaches de última generación, y de la superficialidad reinante que nos forzaba (y nos fuerza) a alejarnos de un fin más trascendente en la vida. Así y todo aunque suene ampuloso.

A pesar de sus estudios y de su oficio de mecánico, Raul se convirtió en un experto en informática y abrigó con igual pasión a la vieja y querida transmisión radioeléctrica, o sea, se convirtió en un experto radioaficionado. Para vocalizar con eco sus radiotransmisiones fué que me compró un efecto Zoom para guitarra, que a mí no me gustaba demasiado y que a Él le vino como anillo al dedo.

También recuerdo haberle obsequiado una alarma casera, que yo no usaba más, cuando le entraron al depto a robar luego de haberlo dormido con un gas (era la época que dormían a los moradores, para robarles, con gas a través de las cerraduras o por debajo de la puertas ó por ventanas entreabiertas). Aunque las malas lenguas siempre dijieron que en realidad se había llevado una mina al bulín y fué ésta la que lo anestesió con una droga para luego abrirle la puerta a sus cómplices malvivientes.

Había dispuesto su vida para hacer lo que quería y así lo hizo.

Tuvo un progreso lógico e importante dentro de la fábrica y a pesar de su carácter algo parco y tosco, no desmereció para nada a su inteligencia. Quedó como supervisor a la noche junto a Pepe, su entrañable compañero mecánico.
Jorge al poco tiempo de casarse, pasó al turno diurno y luego fue ascendido a supervisor de laboratorio y finalmente años después, mas vale tarde que nunca, se recibió de ingeniero.
Yo luego de 25 años pasé también al turno diurno y perdí contacto con Raul, aunque sabía que debía de transcurrir su días como siempre, sin grandes alteraciones en su vida de soltero de depto capitalino, rodeado de sus chiches. Tal vez esa inacción, esa comodidad sazonada con el trastoque del reloj biológico alterado por el trabajo nocturno, ese sedentarismo de departamento, ése edicto de fumador crónico, le jugó en contra (a pesar que por lo menos hubo un tiempo en que salía a correr) cuando se manifestó su primer ACV, que le inmovilizó una de las piernas pero del que se fué recuperando lentamente.

Raul era un tipo grandote de anteojos y de hablar pausado, oriundo de Santa Fé, con cierta ironía muy particular. Recuerdo por ejemplo cuando recién salieron los Fabulosos Cadillacs con el tema "Mi novia se cayó a un pozo ciego", se despachó con un "No sé que le ven de "fabulosos" a esos pelotudos". En contraparte, el tema que más le gustaba de Soda Estéreo era "Corazón Delator", vaya uno a saber porqué secreta resonancia, tema que inspiró a Ceratti la lectura del cuento de Poe- otra casualidad: el músico fué víctima también de un ACV.
También solía decir sentenciosas frases como por ejemplo aquello de "Ya vendrán tiempos peores" cuando nos quejábamos en las charlas sobre el derrotero que estaba tomando la vida sociopolítica del país, o aquello que escuché por primera vez de Él y que siempre me causó gracia, que a su vez era una sentencia que le había dicho un compañero de otro trabajo con respecto a las mujeres : "La mujer que no coge, vuela" (luego completada mas tarde no me acuerdo por quién con aquello de: "Y a la que vuela, se la coge Superman"), y Yo preguntándole que querés decir con eso, y Él con su contundente parsimonia, respondiéndome con otra pregunta para explicar el dicho: - ¿Y viste alguna vez a una mujer volando?: ¡ y bueno entonces...!
Y fué una de sus tantas frases que solía decir, la que lamentablemente se le hizo realidad (porque tal vez El que predica, inconscientemente realiza), cuando otro entrañable compañero, que me puso al tanto de su últimos momentos, la recordó con amargura: "El hombre soltero vive como un Rey, y muere como un perro".

Raul, Raulito, fué un tipo bonachón, a pesar de su carácter algo rayado, que decidió hacer de su existencia lo que mejor le parecía, sin rendirle cuentas a nada ni a nadie. Tal vez no tuvo demasiada suerte en otras cosas, quién sabe. Sé que tuvo parejas, tuvo sus sobrinos, hijos de su hermana de la que según me enteré se había peleado hace tiempo y ya no se veían, lo que evidentemente lo dejó librado a su suerte cuando en su casa tuvo otro ataque.


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No sé porqué me salen necrológicas, será que uno se vuelve viejo y lo que lo rodea se va desvaneciendo, ó porque siempre tuve presente éso de la finitud del ser y de su intranscendencia.
Y porque uno tiene de alguna manera que exorcisar todos esos fantasmas pelotudos que lo vuelven a uno todavía más pelotudo.
Por eso éste humilde recuerdo se llama "Blues para Raul", porque ha sido muy triste como se fué, casi tan solo como vivió. No voy a caer en la sentencia trillada ésa de que "donde quiera que esté espero que esté mejor", porque todos sabemos que es mentira.
Quién sabe, quizás en la próxima nos reencontremos, para deshacer lo que hicimos mal en esta vida. Ó tal vez no.
Y mejor aún: tal vez no haya próxima vez.


A Raúl Osvaldo Alcorta
1953-2010

Nota: las páginas son originales del laburo conjunto que hice con Raúl. El título parece ser premonitorio viéndolo ahora, pero en todo caso es aplicable a cualquier circunstancia. En la segunda hay un guiño: en la escena del bar lo dibujé a él y a Jorge (aquí de espaldas) que están compartiendo una mesa (los círculos marcados en rojo)